Fotografía: Victor L. Caetano
Hoy inicia la conferencia más importante sobre cambio climático en Glasgow, Escocia. De las decisiones que tomen los gobiernos depende el 50% de posibilidades que aún tenemos de revertir la tendencia del calentamiento global. ¿Qué tan expuestos estamos?
– Olas de calor más extremas. El más reciente informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), asegura que desde hace 5.000 años no se tenía registro de las temperaturas récord que ahora, el planeta sobrepasa cada año. El año 2020 fue uno de los tres más calurosos de los que se tiene constancia y julio de 2021 pasará a la historia como uno de los veranos más calurosos.
Hoy, la temperatura del planeta es 1,1 °C más alta que antes de la era industrial y está menos de medio grado por debajo del tope (1,5 °C) en el que, según los científicos, debemos mantenernos para evitar transformaciones climáticas a las cuales no nos podremos adaptar como especie.
Como lo señala el más reciente Informe sobre la brecha de emisiones de Naciones Unidas: “los esfuerzos y metas presentados por cada país para reducir las emisiones nacionales solo conducirán a una reducción adicional del 7,5% de las emisiones anuales de efecto invernadero en 2030”. Una cifra que está lejos de limitar el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 °C, pues es necesario reducir las emisiones en un 55%. De lo contrario, el planeta será 2,7 °C más caliente.
Fotografía: Victor L. Caetano
– Impactos en nuestra salud. Durante la próxima década cada año podrían darse 250.000 muertes asociadas a los efectos del cambio climático, según la Organización Mundial de la Salud. Algunas de las causas directas serían: lesiones, enfermedades o muertes por fenómenos climáticos extremos y desastres naturales más frecuentes.
Entre las causas indirectas: enfermedades respiratorias más graves debido a una mayor cantidad de partículas contaminantes presentes en el aire, mayor riesgo de enfermedades transmitidas por el agua y otras que usan a los mosquitos como vector, como la malaria. Las personas infectadas en Suramérica podrían pasar de 25 millones a 50, para el 2080.
Estos efectos no estarían limitados a las regiones tropicales, pues “el área apta para los mosquitos se está empezando a extender hacia los polos, sobre todo hacia el norte donde están los mayores impactos del cambio climático” como lo señala Jaime Martínez Urtanza, coautor del informe The Lancet Countdown, para un artículo de El Espectador.
– Más personas desplazadas. Cada año, más de 20 millones de personas deben dejar sus hogares y moverse hacia otras ciudades o territorios dentro de sus propios países debido a “la creciente intensidad y frecuencia de lluvias inusualmente fuertes, sequías prolongadas, desertificación, degradación ambiental, ciclones o aumento del nivel del mar” de acuerdo con la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Colombia, por ejemplo, es uno de los once países más vulnerables a los efectos físicos del cambio climático y con poca capacidad de adaptación, un “factor que impulsaría la migración”, como lo señala el gobierno de Estados Unidos en cuatro documentos que reúnen análisis sobre la crisis climática, los efectos en términos de migración y seguridad nacional.
Fotografía: Victor L. Caetano
Si el clima cambia, nuestra dieta también. La escasez de agua será uno de los principales problemas para producir nuestros alimentos. Los cambios abruptos del clima también derivarían en un menor rendimiento de cultivos importantes como el trigo, el arroz o el maíz, que hacen parte de los ocho alimentos que hoy nos proporcionan el 75% de las calorías que necesitamos. En conclusión, la seguridad alimentaria estará en riesgo obligando el consumo de alimentos más caros y menos nutritivos, limitando el acceso a una dieta más diversa.
¿Qué pasa con la Amazonía?
La sequía extrema es uno de los impactos directos para el bosque amazónico, una condición que sumada a la creciente deforestación que enfrenta el bioma -asociada a la expansión de la agroindustria y promoción de actividades ilegales- aumentan la probabilidad de incendios forestales cada vez más devastadores.
La realidad es que un bosque fragmentado es menos capaz de responder a los cambios, y por ello más susceptible a los incendios, más aún si llueve menos de lo habitual. El 2019 fue uno de los años más extremos para esta región. Solo en agosto de ese año, las llamas consumieron 2,5 millones de hectáreas, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE).
No olvidemos que la Amazonía, como gran extensión boscosa, influye en la temperatura global y mantiene el planeta uno o dos grados más frío debido a su función natural de evapotranspiración; cada árbol absorbe agua a través de sus raíces y hojas y lo libera a la atmósfera en forma de vapor, este proceso se ve multiplicado por los millones de árboles que hay en esta región y forman los grandes ríos voladores que viajan hacia los Andes y causan lluvias a 3.000 kilómetros de distancia.
Fotografía: Victor L. Caetano
Otra de sus funciones más importantes en la regulación del clima es la captura de carbono. Sin embargo, cuando el bosque se quema, “el carbono que se almacena en el bosque se libera al aire, donde puede permanecer durante cientos de años y contribuir a un calentamiento global aún mayor”, como lo señalaron diferentes científicos en un artículo de CNN. Esto hace que la Amazonía esté llegando a lo que los investigadores han llamado “un punto de no retorno” en el cual el bosque ya no es capaz de absorber los cambios, y en lugar de almacenar carbono, lo libera a la atmósfera.
Fuentes:
Informe sobre la brecha de emisiones 2021, ONU
Organización Mundial de la Salud
Estado del Clima en Latinoamérica y el Caribe 2020” de la Organización Meteorológica Mundial (OMM)
Sexto Informe del IPCC sobre cambio climático