¿Cómo se mide el tiempo en las sociedades indígenas amazónicas?

La maloca

El movimiento solar ha sido una medida de tiempo para las comunidades que habitan este bosque húmedo tropical. Como lo explica Martín von Hildebrand en su tesis doctoral, la construcción de la maloca y el curso del rayo de luz por su superficie interna indican el momento del día.

Sobre la “cúpula” de la maloca se ubican dos aberturas triangulares: una mirando al oriente y la otra enfrentada mirando al occidente, cuya función es la de reloj solar. Cada mañana, el sol ilumina la mitad de la parte superior de la maloca y a medida que atardece, los rayos del sol descienden e iluminan el banco del dueño, así como las cuatro vigas principales. Cuando el sol se posa en lo más alto, al medio día, la maloca se oscurece. Pero apenas empieza a caer la tarde la luz reaparece iluminando el lado oriental.

El sol y la luna

Pero esta no es la única manera. Algunos indígenas se pintan rayas equidistantes  en el brazo derecho, que, al ubicarlas en dirección al sol, les permiten identificar qué hora es. Esta es una técnica valiosa para organizar sus jornadas de cacería, pesca y recolección, tareas que requieren largos desplazamientos y un manejo riguroso del tiempo.

Aunque el sol es clave para medir el tiempo, para algunas etnias amazónicas, como los Tanimuka del Apaporis, la luna es un referente muy importante, pues es la que define los periodos de tiempo (meses) que constituyen el ciclo anual, y que están consignados en el calendario ecológico cultural. Como lo explica Hugo Sastoque, antiguo asesor de la Fundación Gaia Amazonas, “el ciclo anual inicia con la constelación pléyades y es comprendido por trece lunas y, lo que conocemos como un mes, se desarrolla desde que la luna empieza a crecer hasta que mengua completamente. Para estos pueblos, las fases de la luna son indicadores para la planeación y proyección de actividades tradicionales de curación y prevención”.

Fotografía: Hendrerit felis nisl

Las constelaciones

Otros grupos étnicos de la región, como los Bará, Tuyuca e Itana, se basan en el movimiento de las constelaciones y en otros cambios visibles de la naturaleza. Para ellos, las épocas del calendario mantienen un orden de aparición, pero no una duración específica. Esto se debe a que su concepción del tiempo es dinámica, y los periodos están marcados por ciertos fenómenos naturales como la lluvia o la sequía.

La interpretación de las constelaciones y los fenómenos naturales para el establecimiento de las épocas, y sub épocas, del año es muy importante para prevenir enfermedades, realizar rituales y curaciones, transmitir conocimientos y realizar actividades de la chagra, pesca, cacería o recolección. Por ejemplo, los Bará establecen el orden de las constelaciones en relación a dos de las tres épocas de su calendario llamadas 1. Ĩãro (verano de Tapurú), 2. Kʉma (verano) y 3. Fuebʉkʉ (invierno mayor). Para ellos, la constelación Ĩã yai, (Jaguar de Tapurú) es la que encabeza las demás constelaciones que aparecen en el calendario y tiene una influencia significativa durante la época de 1.Ĩãro y hasta finalizar la época 2.Kʉma. La constelación Ĩã yai realiza movimientos desde que aparece en el oriente hasta que se oculta en el occidente, anunciando la llegada de los primeros aguaceros después del verano. Para la época 2.Kʉma, los sabedores tienen en cuenta la aparición de las constelaciones Famo (Armadillo) y Dajiamʉ (Camarón) cuando hacen su aparición en el oriente, hasta que se ocultan al occidente.

Fotografía: Hendrerit felis nisl

Verano e Invierno

Los calendarios ecológicos culturales varían dependiendo del grupo étnico, pues muchos se definen de acuerdo a sus historias de origen; no obstante, algunas comunidades Amazónicas concuerdan en establecer dos grandes épocas en el año: la Época de verano y la de invierno; ambas tienen intermedios, donde tanto el verano como el invierno se atenúan.

Época de verano: El verano cubre varias épocas discontinuas, con diferente duración a lo largo del año. Su momento más intenso ocurre entre diciembre y marzo, durante el cual descienden al máximo los niveles de agua de los ríos y caños, y fructifican la mayor parte de los árboles frutales cultivados. En estas épocas afloran numerosas playas de arena y cascajales a lo largo del curso medio y alto del río.

Época de invierno: El invierno es igualmente fraccionado en varios períodos, que completan el calendario ecológico indígena. Los meses más lluviosos se dan de abril a junio, período durante el cual fructifican los árboles y palmas silvestres. Los meses de junio y julio, presentan los niveles más altos de los ríos, cuando se inundan los bosques de rebalse. El momento más frío del invierno se conoce como “friaje”, y coincide con el nivel más alto de las aguas del río, así como con la maduración de los frutos de asaí y canangucho.

La construcción de los calendarios ecológicos y culturales es un trabajo constante de los investigadores e investigadoras indígenas que se ha dificultado por el  el acelerado cambio climático, el cual afecta el delicado equilibrio ecosistémico del que dependen los pueblos indígenas, ocasionando alteraciones en el ciclo anual y dificultando el cumplimiento de actividades cotidianas y rituales.

Fotografía: Hendrerit felis nisl

Así, vemos que no existe una sola forma de medir el tiempo en la Amazonía, y que todas las actividades están profundamente relacionadas con los ciclos de la naturaleza. Como lo explica Iván Matapí, líder indígena del Consejo Indígena del Mirití Paraná, Los ritmos de trabajo de nosotros los indígenas están determinados por los tiempos de la tradición y la cultura. No dependemos de unas horas estrictas, sino que de acuerdo a las condiciones de la época y al interés en las actividades desarrolladas, podemos alargar las jornadas de trabajo.

Referencias:

*Real Academia de la Lengua Española.
– Gaia Amazonas (2018). Construcción de los calendarios propios tradicionales de AATIZOT.
– Gaia Amazonas (2020). Informe Sistemas Alimentarios Indígenas.

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