Degradación: el enemigo silencioso de la Amazonía

Hasta la fecha, los objetivos de monitoreo de las emisiones de carbono por el cambio en el uso del suelo se centran en combatir la deforestación, por lo que las imágenes se capturan solo la supresión total de la vegetación. Como lo explica Cícero Augusto, también autor del estudio y coordinador de geoprocesamiento en el Instituto Socioambiental de Brasil, “capturar la dinámica de la degradación es muy importante para mostrar cómo avanza la pérdida de carbono dentro de los Territorios Indígenas y las Áreas Protegidas”. 

Pero ¿qué es la degradación y en qué se diferencia de la deforestación?

La deforestación es la eliminación completa de la cubierta vegetal para poner algo más en su lugar. En las imágenes satelitales es denominado como corte claro. El principal motor de la deforestación es la ganadería extensiva y la agricultura comercial de palma aceitera, el caucho o la soya.

La degradación es la reducción de la salud de los bosques, es decir, que disminuyen su capacidad de proveer importantes servicios ecosistémicos como proteger los suelos de la erosión, regular el régimen hídrico, capturar y almacenar carbono, producir oxígeno, proporcionar agua dulce y hábitat, y ayudar a reducir el riesgo de incendios.

Las causas de la degradación

Dentro de los factores que generan degradación se encuentran la tala y extracción ilegal de productos forestales, la expansión de la frontera agropecuaria y el pastoreo que alteran la composición y el funcionamiento de los ecosistemas. Por otro lado, el cambio climático es otro de los orígenes de la degradación forestal, ya que las altas temperaturas y los patrones meteorológicos impredecibles aumentan el riesgo y la gravedad de los incendios forestales, la infestación por plagas y las enfermedades.

En la región amazónica, la RAISG reveló que hasta 2016 el 47% de las emisiones provenían de la degradación y el 53% restante era causado por la deforestación. No obstante, en siete de los nueve países de la cuenca, la degradación forestal fue la principal causa de las emisiones de carbono, con porcentajes que varían entre el 63% y el 85% de las pérdidas en cada país. Esto quiere decir que si ignoramos las cifras de Bolivia y Brasil, en promedio entre todos los países, la degradación sería responsable del 75% de las emisiones.

Ahora bien, contrariamente a la tendencia a la pérdida acelerada que se da en tierras sin alguna figura de protección, los Territorios Indígenas y las Áreas Naturales Protegidas sufren más por la degradación que por la deforestación. Dentro de ellas, 75% de las emisiones fueron por degradación, mientras fuera de estos territorios, las emisiones fueron asociadas en un 66% a la deforestación.

Deforestación y degradación: variaciones de 2003 a 2016 

La degradación forestal en la Amazonía sirve como recordatorio de que no todas las zonas clasificadas como bosques son necesariamente sumideros de carbono sanos o eficaces, y que se necesitan nuevos instrumentos y técnicas para supervisar mejor y gestionar la salud e integridad de los bosques. En muchos casos, los motores de la degradación se originan fuera de los territorios protegidos, pero los efectos en cascada pueden producirse dentro de sus fronteras.

Dado su papel en el bienestar humano, el estado de los bosques es importante para la vida en el planeta. Es por eso que es esencial monitorear y evaluar la degradación de los bosques y sus causas, de modo que se puedan tomar medidas para detener e invertir el proceso. Información veráz, actualizada y al alcance sobre la situación de los bosques permitirá priorizar políticas, recursos humanos y financieros para evitar una mayor degradación, así como restaurar y rehabilitar los bosques afectados.

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