Una economía con nombre propio: perspectivas locales hacia un modelo pertinente para la Amazonía

Mucho se habla de “crecimiento verde”, bioeconomía y otros conceptos que parecen ser fórmulas mágicas para resolver las brechas de desigualdad de países megadiversos. En múltiples espacios, se viene discutiendo la necesidad de definir un “modelo de desarrollo” económico para la Amazonía, pero dada la multiplicidad de dinámicas y actores para plantear, entender o implementar una economía adecuada y responsable con esta región, se debe partir de sus características ecosistémicas y culturales, e identificar premisas conjuntamente con sus habitantes. En medio de la tendencia que este tema sigue marcando, desde discursos de presidentes, propuestas de reconocidos científicos, y estudios con estadísticas de bancos de desarrollo y entidades no gubernamentales, una pregunta permanece: ¿cómo aprovechar esta coyuntura en la historia de la Amazonía para construir desde la diversidad y no en contra de ella?

14 de los 112 puntos acordados en la Declaración de Belén, que se propuso durante la reciente Cumbre Amazónica y refrendada por representantes de gobierno de ocho países de la región, 14 hablan de promover una “economía para el desarrollo sostenible” orientada al fortalecimiento de las cadenas productivas de iniciativas de pueblos indígenas y comunidades locales. Adicionalmente, Carlos Nobre, aclamado climatólogo brasileño, plantea la idea de una “bioeconomía de los bosques en pie”, aclarando que mantener estos ecosistemas y “restaurar una gran parte de los ya degradados” (como lo mencionó en una entrevista para América Futura, un portal digital asociado al diario El País) debe ser el punto de partida. Planteamientos que parecen seguir reproduciendo el afán por poner productos del bosque en el mercado, en vez de orientarse hacia la protección de la integridad de la Amazonía y apalancar procesos que contribuyan a ello.

FOTOGRAFÍA: Felipe Rodríguez- Fundación GAIA Amazonas

Ante la necesidad de que las presentes y futuras decisiones relacionadas con la protección de la selva tropical más extensa y biodiversa del mundo sean efectivas, urgentes y respetuosas con la multiplicidad de saberes y culturas propias de la región, la Alianza NorAmazónica (ANA), una red de organizaciones de la sociedad civil que trabajan de la mano de pueblos indígenas en 5 países amazónicos, pretende aportar e informar esta conversación desde las perspectivas de los pueblos y comunidades que la habitan.

¿Qué implica construir una economía desde y para la Amazonía?

En principio, entender que las iniciativas de valor cultural y económico que ya han probado ser efectivas y se implementan en  esta región, están arraigadas en procesos de largo aliento, fundamentados en sistemas de conocimiento y formas de vida propias que priorizan la salud del bosque y la pervivencia de la cultura. La identidad y la relación que existe con el territorio, es el punto de partida y de llegada, poniendo el énfasis en el proceso, más que en el producto, apalancando procesos de gobernanza, manejo territorial, asociatividad, diálogo social y bienestar comunitario, que por eso mismo, trascienden una lógica de mercado. 

En palabras de Alberto Ynuma, presidente de la Comunidad Nativa Boca Pariamanu en la región Madre de Dios (Perú),  “la sociedad no indígena piensa que no sabemos trabajar nuestros territorios solo porque tenemos un pensamiento diferente. Nosotros (los indígenas) queremos conservar el bosque para las generaciones futuras, por eso, nuestros productos e iniciativas económicas provienen de la selva y aportan al bienestar de ella. No debe generar desarmonía, sino fortalecer lo propio”. 

Durante ‘Conversaciones de la Amazonía’, un encuentro regional liderado por la Alianza NorAmazónica que promueve el intercambio de conocimientos entre pueblos indígenas y comunidades locales de Colombia, Venezuela, Brasil, Perú y Ecuador, y que acaba de finalizar su tercera edición en la ciudad de Leticia, se presentaron 17 iniciativas de valor económico y cultural que se llevan a cabo en estos países. 

Para Carmen Josse, directora de la Fundación EcoCiencia en Ecuador, una de las organizaciones que hacen parte de ANA y quien estuvo presente en el Encuentro, “Conversaciones de la Amazonía es una apuesta tangible de la Alianza para informar una conversación que se está dando a diferentes escalas. Sabemos que la economía en esta región no puede estar basada en actividades que ejercen presión sobre los ecosistemas y representan una amenaza para sus habitantes; por el contrario debe partir e integrar a las culturas y conocimientos de los pueblos indígenas y las comunidades locales que han hecho de esta región lo que conocemos hoy”.

La cultura debe ser la raíz

En la Amazonía venezolana, en el municipio de Autana, las mujeres del pueblo indígena uwottüja han establecido un esquema de cajas de ahorro comunitario para financiar la producción de artesanías, venta y fabricación de bisutería y productos comestibles. Los objetivos son varios: impulsar un mecanismo de autosostenimiento en el largo plazo, acorde con sus principios culturales y responsable con el bosque que, además, frene las migraciones de los más jóvenes motivadas por actividades como la minería. 

Para los waorani de la Amazonía ecuatoriana, la producción responsable de cacao ha sido la alternativa sostenible para enfrentar amenazas como la cacería furtiva y la tala de bosques. Hoy, y gracias al liderazgo de la Asociación de Mujeres Waorani que inició con esta iniciativa en 2010, 9 comunidades se dedican al cultivo y la cosecha de este fruto amazónico; promoviendo una participación intergeneracional y un diálogo constante entre los conocimientos técnicos y el conocimiento ancestral. 

Las mujeres del Territorio Indígena Pirá Paraná, en la Amazonía colombiana, lideran un ejercicio para consolidar una cadena de valor en torno a la producción de  diferentes variedades de ají,, ahumado y pilado artesanalmente. Esta semilla, sagrada para la cosmogonía indígena amazónica, se siembra en la chagra (espacio de cultivo) y cerca de las casas; y se usa como condimento de los alimentos que se obtienen en la cacería. Además está asociada con la fuerza, por lo que es parte importante de la dieta cotidiana. 

El asaí, la castaña, el aguaje (también conocido como moriche) son otros frutos que sustentan iniciativas económicas compartidas durante Conversaciones de la Amazonía. Estas iniciativas están motivadas por la necesidad de proteger los conocimientos asociados a la importancia cultural del uso y manejo de los mismos. Con esto pretenden evitar su apropiación por parte de terceros, adelantar procesos de investigación propia sobre plantas medicinales, y afianzar apuestas que resalten el valor agregado tanto en los productos como en las  experiencias de ecoturismo. 

Los 15 principios, organizados bajo 4 grandes categorías: culturales, ecosistémicos, de derechos y sociales y organizativos, evocan una perspectiva integral para abordar la Amazonía como una unidad a partir de su diversidad. Identificados colectivamente durante el Encuentro, no solo definen las economías locales amazónicas desde la perspectiva de sus habitantes y se fundamentan en evitar el adecuado manejo y evitar la sobre producción o sobre explotación de recursos; también pueden informar las discusiones y orientar eventuales políticas económicas en la región, fortaleciendo procesos de gobernanza y manejo territorial y asegurando la buena salud y conectividad de la Amazonía. 

Estos atributos pueden no ser  la única respuesta ante el llamado a definir un modelo económico pertinente para la Amazonía, pero, sin duda, son una forma de construir colectivamente a partir de las perspectivas de quienes mejor conocen sus dinámicas y sistemas naturales, y así priorizar el bienestar del planeta.

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